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30 de marzo de 2010

En la prensa marzo 2010

La multirreincidencia dispara la sensación de desprotección de los ciudadanos

España registra una tasa de asesinatos muy por debajo de la media de Europa | Barcelona, Madrid, Roma y Praga son auténticos paraísos para los carteristas

DOMINGO MARCHENA | Barcelona | 07/03/2010 | Actualizada a las 02:02h |

Barcelona como ejemplo. Primero el horrendo doble crimen del bar Joan, en el Eixample. Luego, el atraco a un prostíbulo y los dos mossos heridos, en ese mismo distrito. Con noticias así a quién no se le acelera el pulso, pensaba el periodista camino del cardiólogo. Iba a que le colocaran un holter para dirimir sus problemas de hipertensión. Aquella noche le encargaron un reportaje sobre el clima de inseguridad ciudadana que, a decir de algunos, se ha apoderado de las grandes capitales.

Inseguridad ciudadana

Del periodista, como del cerdo, ustedes perdonen, se aprovecha todo, de forma que, con holter incluido, se convirtió en enviado especial. Viaje a las pesadillas del decenio de los ochenta y a aquel Miedo a salir de noche de Eloy de la Iglesia. Si en su vagabundeo tenía sobresaltos, o "picos de nervios", como dicen los especialistas, se registrarían en el aparatito que mide la tensión cada 30 minutos durante 24 horas.

La regla de oro de cualquier enviado especial es: nunca, nunca, nunca, bajo ninguna circunstancia, empieces la crónica hablando con los taxistas, si no quieres pasar por un panoli inexperto.

–¿Qué? ¿Mucha inseguridad?

Eran seis. Cinco hombres y una mujer, esperando encochar de madrugada junto al hospital Clínic. Aunque no han sufrido sustos graves y sólo dos tienen mampara de protección en su taxi, todos confesaron su preocupación. Sus respuestas ilustran la contradicción de la que alerta la policía: entre las capitales españolas no está Dodge City, ciudad sin ley. El porcentaje de víctimas de delitos tampoco ha dado un salto adelante y se mantiene en torno al 20% en las grandes capitales (el 18% en las áreas metropolitanas). Nada que ver, pues, con los pasados años ochenta, cuando la delincuencia experimentó un rápido y cualitativo ascenso.

Pero hay miedo.

La tasa de homicidios en España es de las más bajas de Europa, casi sin altibajos desde los noventa, con 0,9 crímenes por cada 100.000 habitantes –por debajo de la media europea, de 1,6–. La angustia por brutalidades como las del Eixample no debe hacer olvidar que los ciudadanos de Barcelona puntuaron con un 5,7 su seguridad en la encuesta municipal de victimización del 2009.

Esa tendencia se aprecia también en el área metropolitana, confirma Marta Murrià, investigadora del Institut d'Estudis Regionals i Metropolitans de Barcelona. El último informe sobre el estado de la seguridad ciudadana destaca que la victimización, o número de personas que creen haber padecido un delito, sigue estable "desde hace unos cinco años".

Diego Torrente, doctor en Sociología y coautor del anuario del Instituto de Estudios de la Seguridad, concluye así uno de sus estudios del 2009: "España continúa siendo uno de los países más seguros de Europa en términos de delincuencia de calle, pese al deterioro de los últimos años".

Sí, pero hay miedo.

En Barcelona, en Madrid o en Sevilla. Taxistas, comerciantes, vecinos. bomberos. Hasta ellos. Una dotación del 080 fue el pasado lunes a un piso del distrito barcelonés de Sant Martí por unas grietas. Para descartar fallos estructurales, además de la vivienda afectada, inspeccionaron la de abajo y la de arriba.

–Señora, soy bombero. Abra, tenemos que mirar si hay grietas.

–¿Y cómo sé yo que usted es realmente bombero?

–¿Ve mi casco? ¿El uniforme, el escudo? ¿Los tres compañeros que bajan por la escalera?

La mujer se asustó porque eran las tantas de la noche y había oído hablar de delincuentes que se disfrazan hasta de policías, como explicó más tarde. También se asustaron en el piso de arriba, donde han entrado a robar dos veces en un año.

Montse Quesada, experta en análisis de la violencia en los medios y ponente en numerosos congresos internacionales, quita hierro a la ola de inseguridad. Esta catedrática de Periodismo y profesora de Criminología recalca que ese concepto "es subjetivo y arbitrario, muy sensible al tratamiento que cierto periodismo, con el altavoz de algunas televisiones, da a los sucesos".

Para Josep Maria Oliver, titular de una importante agencia de detectives, una cosa son las estadísticas y otra las sensaciones: "El problema es que las cifras oficiales no recogen todos los delitos. Muchos no se denuncian y a veces ni la víctima se entera. ¿Alguien sabe, por ejemplo, cuántos ancianos son expoliados en sus propias casas por personas de su entorno, familiares o no?".

Los especialistas coinciden en que la percepción de la seguridad es un proceso muy complejo, caleidoscópico. ¿Qué afecta más a ese proceso? Todas las policías del mundo lo tienen claro. La alarma social se alimenta, más que de la gran criminalidad, de la pequeña delincuencia. O mal llamada pequeña.

Y aquí España no tiene rivales. Aunque el podio puede variar según las fuentes, los turoperadores y Europol, una Interpol a la europea, tienen los mismos ases. Barcelona, Madrid, Roma y Praga son los paraísos de los carteristas. Además, si bien los delitos no han subido globalmente, sí lo han hecho algunos con una gran carga emocional, como las amenazas y los robos con intimidación.

A ese problema hay que añadir los hurtos, tipificados como faltas, y no como delitos, si no hay violencia y si lo sustraído no supera los 400 euros de valor. Tan sólo en Barcelona se contabilizan 80.000 al año. Muchos de sus autores son multirreincidentes o integrantes de lo que Europol llama turismo delictivo, con clanes "que viajan por toda la UE para cometer sus robos". Su aparente impunidad agrava más si cabe el malestar ciudadano. Los responsables de los puestos de antigüedades de la plaza de la Catedral de Barcelona están hartos de dos tipos que aprovechan el más mínimo despiste de los extranjeros para desvalijarles. "Los detienen y vuelven enseguida. A veces, cuando los vemos a punto de actuar, gritamos y sólo hemos logrado que vengan a amenazarnos".

La lista es interminable. Los descuideros de las estaciones. Los de los aeropuertos. De las terminales de autobuses. Los tironeros. Los ladrones que roban a automovilistas con el truco, entre otros, de la rueda pinchada. Los carteristas del metro. Los que se mezclan entre los turistas en la Sagrada Família. O en el Rastro madrileño. O en el sevillano parque de María Luisa. O en... "Hay días en que la mayoría de las personas que renuevan su carnet lo hacen tras un robo", afirma una funcionaria de la oficina de expedición del DNI. En una práctica cada vez más extendida, los camareros del restaurante La Gavina, en el Palau de Mar, tapan con un mantel las pertenencias que sus clientes dejan sobre las sillas, "y aun así hemos tenido disgustos". Aunque para disgustos, el de algunos deudos. Los rateros no respetan nada, ni los velatorios. Recomendaciones de "vigilen sus objetos de valor" proliferan en cafeterías, bares, comercios, hospitales y hoteles. Hasta los tanatorios tienen ya cámaras de videovigilancia.

El holter del enviado especial no registró ni un sobresalto tras apurar la madrugada por Sant Antoni, Sagrada Família, Fort Pienc y la Dreta y Esquerra del Eixample. Lo dicho, pese a todos sus males, Barcelona aún no es Dodge City. El viaje al fondo de la noche comenzó ante el bar Joan, donde ya no hay velas ni flores. Un grafitero ha escrito en una valla de las cercanas obras del AVE: "Tus sombras te definen".

En busca de sombras, el periodista se fue hasta la plaza del Nou, en la Zona Franca. Allí su aparato sí dejó constancia de "picos de nervios". Dos o tres familias han tomado el testigo del supermercado de la droga que antes hubo en Avillar Chavorro, en las chabolas ya derruidas de Can Tunis. Abierto las 24 horas. Lo mismo, o mucho peor, sucede en la Cañada Real de Madrid o en el poblado del Vacie de Sevilla. Cada ciudad tiene su patio trasero.

Los toxicómanos van en taxi. No hay otra forma de hacerlo, y más a estas horas, aunque algún día el metro llegará hasta el aeropuerto de El Prat. No pagan la carrera, pero dejan dinero de sobras. Saben que es la única manera de que les esperen. Se meten en alguno de los bloques y regresan poco después con lo suyo, de vuelta a la ciudad dormida.

Todo pasa al lado de una comisaría de los Mossos d'Esquadra.

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